No debemos ser manantial cristalino para llamar a tú puerta.
Ni que nuestros cánticos de alabanza los escuchen los Querubines guardianes de la gloria de Dios en el cielo.
Tampoco ser campos santos de la playa donde pondrás tus sandalias polvorientas o jardín de nuestra Madre maría.
Son aún más las aguas turbulentas quienes te deben amar así como son, sin importar su pestilencia, porque es en ellas dónde te has venido a bañar .